lunes, 3 de mayo de 2010

“En el despacho del Alcalde no puede entrar cualquiera”



Salgo de casa –vivo al lado de la calle José Zorrilla- y me fijo, después de haber oído que por estos lares se ha señalizado el paso del Camino de Santiago con plaquitas de bronce colocadas en la acera, en cómo son tales símbolos de la cosa jacobea. Pego la hebra con algunos transeúntes y saco a colación el asunto: ni dios –¡ni patria, ni patrón!- parece conocer que tal ruta milenaria, o al menos algunos de sus ramales secundarios –como no sea que el cordel ganadero que recorre esta calle fuese también aprovechado por los andariegos santiagueños, que no creo-, haya pasado por aquí a lo largo de los últimos, pongamos por ejemplo, quinientos años. Que ya es decir.
Los mandamáses municipales, que no parecen estar en otras cosas que las referidas a la creación y mantenimiento del “espectáculo de la política” –o sea, a lo suyo, que suele no coincidir con lo “nuestro”-, nos informan sobre el asunto: acaban de gastarse un montón, pero un buen montón de euros, en materializar esta “acción cultural”. Ya se puede venir desde la Fuenfría hasta Segovia –y salir de la ciudad, claro- siguiendo, como en el cuento, las piedrecitas –en este caso, los mojones de cantería, esos nuevos menhires megalíticos construidos “ad hoc”- y las veneras-vieiras, broncíneas y de diseño, incrustadas en el pavimento… hasta que alguien decida desincrustarlas.

Parte dos. Como el Jardín Botánico me pilla de camino hasta donde iba, me acerco, por enésima vez, a ver la NORIA de tradición hispano-musulmana que allí fue erigida hace unos trece años y que, al día de hoy, allí languidece prácticamente arruinada. Este tipo de artilugio mecánico, a diferencia de lo anterior, sí que tuvo por estas tierras un gran arraigo y su época de esplendor, antes de la aparición del regadío más tecnificado. Miro con rabia lo que otr@s mirán –si es que lo han llegado a hacer alguna vez- con desdén y, seguro estoy de ello, hasta con ese desprecio que suele generar la aculturación y la ignorancia más supinas. Siguen dejando que esta obra de verdadera ingeniería popular acabe por desvencijarse del todo –no se les ha ocurrido pensar en recuperarla y volver a ponerla en funcionamiento- mientras destinan buena parte de los “fondos culturales” -¡qué sabrán estos sujetos sobre lo que es la CULTURA!- a señalar caminos inexistentes y fijar horizontes de entelequia.

Parte tres. Llego con un escrito de denuncia sobre el particular ante el Ayuntamiento. Lo dejo en el “registro” y subo hasta las dependencias de la Alcaldía, no para intentar hablar del asunto mencionado sino para tratar otra cuestión de índole distinta con una persona de la Casa. Alguien me sale al paso y me espeta lo que sigue: “Vd. no puede pasar por aquí: en el despacho del Alcalde no puede entrar cualquiera”. Me quedo mirando al guardés de ese predio y le contesto al respecto de lo que le han dicho que tiene que decir cuando encuentre por ahí personas ajenas a la finca: “Va a llevar Vd. razón: en ese despacho no puede entrar cualquiera”.

Parte final. Cuando el autoritarismo, la sinrazón, la prepotencia, la insensatez, la estulticia, la falacia y la falta de conocimiento sobre lo que significa la “res publicae” –la república del ciudadano, la cosa pública entendida en su más pura y extensa concepción- entran en las diversas instituciones del Estado (incluido el Ayuntamiento de Segovia, faltaría más), la DEMOCRACIA suele salir echando hostias por todas la ventanas. O mejor dicho: se la echa desde un primer momento porque su presencia es incompatible con las ideas que esta caterva de profesionales del cuento traen consigo para poner en práctica a la hora de urdir todos los “negocios” y enjuagues inherentes a su función de “servidores públicos” –y un cojón, que suele decirse-. Salud, compañeros y amigos, para poder aguantar el cúmulo de indecencias con que nos “obsequian” a diario.

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